Durante estos años nos hemos mantenido en contacto; primero durante mi tiempo como voluntario en Inharrime con la Hermana Lucília (que más que abrir puertas las tira abajo), y después a lo largo de diversos giros en nuestras vidas. En la actualidad Carmen se ha hecho cargo del mantenimiento del Centro de las Salesianas en Infulene, un barrio marginal de la capital Maputo. La casa, que nació para acoger a niños de la calle, creció y evolucionó con una escuela, diversos talleres y cultivos.
El abril pasado, Carmen nos escribió a los amigos de Inharrime describiendo una situación nada halagüeña. El Centro de Infulene, debido a la coyuntura económica actual, se había quedado sin la mayoría de las subvenciones con las que contaba. Al parecer la solidaridad es un bien lustroso pero prescindible en tiempos de crisis.
La falta de financiación y los años le habían pasado su factura a las instalaciones. El molino de maíz, el invernadero, la machamba (huerta), todo había ido quedando fuera de servicio. Cuando la Hermana Carmen nos escribió ni siquiera tenían asegurado poder mantener el comedor social que, además de a los internos, proporciona alivio a un barrio donde el SIDA castiga tanto a los enfermos como a quienes quedan después, ancianos y niños.
Los amigos de Inharrime tuvimos la suerte de poder colaborar humildemente ante esta situación. Gracias a una donación de nuestra sucursal de la Caixa en Vigo (¡Gracias Rocío!) y las aportaciones de otros amigos, la AIE nos comprometimos a financiar el comedor al menos por el resto del año. Esto que suena a gran hecho se limita en realidad a una aportación de 200 € mensuales. El menú estrella del comedor es la humilde “xima con feijaos”, un puré de maíz (muy popular en toda África oriental) con habas tintas para darle sabor. Verduras y, en contadas ocasiones, pollo completan la dieta de las docenas de personas que acuden a diario al comedor. 200 € al mes; nunca dejará de sorprenderme lo mucho que tan poco puede significar para tanta gente.
Por supuesto esto era sólo el problema más acuciante de una larga lista. Los planes de la Hermana Carmen eran reparar el molino de maíz, poner de nuevo en marcha el invernadero para cultivar flores (se pagan a buen precio en Maputo) y recuperar los talleres y la machamba para conseguir que el centro sea lo más autosuficiente posible. Todo esto requiere una inversión inicial y una buena organización que lo apoye. Dicho y hecho, de alguna manera alguien consiguió involucrar a la Cooperación Italiana que se va a encargar de financiar y desarrollar estas ideas, tomando como modelo los minicréditos para fomentar la iniciativa y el autoempleo local. Un giro feliz que supone una inyección de optimismo para el futuro del Centro de Infulene. Como me decía Carmen, a veces los problemas pueden parecer infranqueables y llegar a atenazarte. Sin embargo, por el simple gesto de pedir ayuda, resulta maravilloso descubrir que no estás sola frente a ellos.
Un fuerte abrazo
Oscar
Los amigos de Inharrime
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