jueves, 2 de julio de 2009

Infulene

En la primavera de 2006 la Hermana Carmen Ramos, madrileña de nacimiento y misionera de vocación, me acogió mientras viajaba pegado a una mochila por Mozambique. Así de sencillo, con la naturalidad de lo cotidiano, Carmen me enseñó tanto la realidad lacerante del país como la fuerza e ilusión de quienes trabajan por cambiarla.
Frente a aquella hospitalidad de la casa de Namaacha, en las montañas junto a Swazilandia, sólo pude responder con unas dubitativas tortillas de patatas, amenizadas por un pequeño show retro con “Suspiros de España”, y la firme promesa de volver y colaborar en lo que pudiese. De aquella promesa, pasando el tiempo y vida con mayúsculas, surgió este sueño compartido de los amigos de Inharrime. Digamos que, de alguna manera, Carmen abrió una puerta, sin saber la cantidad de gente que nos íbamos a lanzar a atravesarla.

Durante estos años nos hemos mantenido en contacto; primero durante mi tiempo como voluntario en Inharrime con la Hermana Lucília (que más que abrir puertas las tira abajo), y después a lo largo de diversos giros en nuestras vidas. En la actualidad Carmen se ha hecho cargo del mantenimiento del Centro de las Salesianas en Infulene, un barrio marginal de la capital Maputo. La casa, que nació para acoger a niños de la calle, creció y evolucionó con una escuela, diversos talleres y cultivos.

El abril pasado, Carmen nos escribió a los amigos de Inharrime describiendo una situación nada halagüeña. El Centro de Infulene, debido a la coyuntura económica actual, se había quedado sin la mayoría de las subvenciones con las que contaba. Al parecer la solidaridad es un bien lustroso pero prescindible en tiempos de crisis.

La falta de financiación y los años le habían pasado su factura a las instalaciones. El molino de maíz, el invernadero, la machamba (huerta), todo había ido quedando fuera de servicio. Cuando la Hermana Carmen nos escribió ni siquiera tenían asegurado poder mantener el comedor social que, además de a los internos, proporciona alivio a un barrio donde el SIDA castiga tanto a los enfermos como a quienes quedan después, ancianos y niños. En concreto, el principal problema consistía en financiar el comedor hasta final de 2009, cuando se esperan nuevas subvenciones. Lástima que el hambre, al contrario que las partidas en los presupuestos, no sea tan fácil de retrasar hasta al próximo año.

Los amigos de Inharrime tuvimos la suerte de poder colaborar humildemente ante esta situación. Gracias a una donación de nuestra sucursal de la Caixa en Vigo (¡Gracias Rocío!) y las aportaciones de otros amigos, la AIE nos comprometimos a financiar el comedor al menos por el resto del año. Esto que suena a gran hecho se limita en realidad a una aportación de 200 € mensuales. El menú estrella del comedor es la humilde “xima con feijaos”, un puré de maíz (muy popular en toda África oriental) con habas tintas para darle sabor. Verduras y, en contadas ocasiones, pollo completan la dieta de las docenas de personas que acuden a diario al comedor. 200 € al mes; nunca dejará de sorprenderme lo mucho que tan poco puede significar para tanta gente.

Por supuesto esto era sólo el problema más acuciante de una larga lista. Los planes de la Hermana Carmen eran reparar el molino de maíz, poner de nuevo en marcha el invernadero para cultivar flores (se pagan a buen precio en Maputo) y recuperar los talleres y la machamba para conseguir que el centro sea lo más autosuficiente posible. Todo esto requiere una inversión inicial y una buena organización que lo apoye. Dicho y hecho, de alguna manera alguien consiguió involucrar a la Cooperación Italiana que se va a encargar de financiar y desarrollar estas ideas, tomando como modelo los minicréditos para fomentar la iniciativa y el autoempleo local. Un giro feliz que supone una inyección de optimismo para el futuro del Centro de Infulene. Como me decía Carmen, a veces los problemas pueden parecer infranqueables y llegar a atenazarte. Sin embargo, por el simple gesto de pedir ayuda, resulta maravilloso descubrir que no estás sola frente a ellos. Por supuesto que los amigos de Inharrime nos debemos sentir todos felices y orgullosos de nuestro pequeño papel en una historia que todavía se está escribiendo. Como otras veces hemos dicho, Inharrimes hay muchos y todos nos incumben. En esta ocasión, resultó llamarse Infulene.

Un fuerte abrazo
Oscar
Los amigos de Inharrime

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